viernes, 6 de septiembre de 2013

Recuerdos de verano. Sylvia Ortega

The Unmade Bed (1957)
Imogen Cunningham (1883-1976)



Recuerdo tus manos ágiles lanzando aquella camiseta blanca a la cama y dejando una ráfaga en el aire de sudor, cerveza y rabia.
Las ventanas abiertas, el muro de ladrillos que impedía el cielo, emisoras de radio entremezcladas y un enérgico batir de huevos que moría en el repiqueteo de una sartén. Afuera voces, dentro el silencio.
Mi cuerpo cansado se recostaba sobre el cabecero de madera vieja, la puerta del armario abierta y tu imagen reflejada en el espejo, tú de frente y tú de perfil. Me hacía sonreír “¿Cuál de ellos eres?” Imaginaba silenciosa “¿El que me mira o el ausente?” Te acercabas lento y desaparecía el reflejo.
Tú en tu mano y yo sola. Me gustaba excitarme solo mirándote. Te miraba. Miraba tu sombra hasta que la noche borraba tu imagen.
Dentro el tic-tac de un reloj y nuestra respiración ansiosa, fuera el silencio. De pronto tus dedos, tu lengua, tu temor y de nuevo tu sombra. Sentía tus ganas yendo y viniendo sobre las mías y encendía una vela para mirarnos en la pared, como si fuéramos otros.
Tú en mi boca y yo contigo. Las sábanas temblando y nuestros cuerpos también. Mis manos se entretenían sobre el tuyo, las tuyas buscaban la razón.
Yo en tu boca y en el cielo. Se intensificaban las sombras, comenzaba a clarear el muro. Cascadas de agua entre tus dientes y un bolero lejano que arañaba el silencio.
Gotas de sudor golpeando mi frente, como un grifo mal cerrado. Gemidos histéricos. Carne entre los dedos. Olor a café. Los rayos de sol profanando el dormitorio. Tú de frente y tú y yo de perfil. Tú en mi boca. Los ojos cegados, cerrados. Tú quemando mi garganta.


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