miércoles, 5 de febrero de 2014

No quieras ver. Carmen Solsona


 Dita Von Teese by Chas Ray Krider


No quieras ver, ciérralos y aléjate, ya lo haces. No quieras la realidad de mi persona, un ego alimentado de melancolía y compasión. Ese mismo tuyo que colmabas en tiempo y misivas con romanticismos no fingidos, supuestos de fases y talantes, reproches y reprobaciones en mí, en ti no reconocidos. Querías no verlo, querías que no lo viera. Notas y gramática con un aliento tímido, corazón babeante en espera y receso. 

No quieras ver mi consuelo, regazos en otros brazos y otros anzuelos. Acurrucada y protegida. No feliz, no satisfecha, no puedo, no podría. Mientras tú vigilante invocas himnos transportados en espacio y tiempo, dirección opuesta hacía un camino ya asfaltado, la meta con aplausos de los que te acogieron esperando tu victoria. 

No quieras verlas, sin aliento, recorriendo simas abismales rebosando ciénagas en las que me atasco, me embarro, me hundo. 

No quieras ver, como yo no quiero verte en tu asiento, atado, eternamente pegado, frente a esa grotesca ventana soporte de estados siempre alterados e imágenes simuladas y a veces traidoras. Crispando tus puños, acalambrando tu  miembro. Callos callados de masturbaciones perpetuas, las que obligan al olvido y postergación de otros placeres omitidos.

No quieras verlas, las escribo claras, concisas, surgidas en cambio  de remolinos turbios, malolientes. Palabras dolosas, dolorosas. 

No quieras verlas, manos húmedas, no las toques, no las huelas; mojadas por rozar deseosa la parte de mi cuerpo que excitabas y excitas. Recuerdos incrustados en mi cerebro, atravesando el corazón, destilando el ardiente líquido que con ellas recojo. No dejes de verlo.

No quieras ver, compleja idiosincrasia, multiestados, multimierdas, descentrada, desorientada, búsqueda de un sitio que jamás encuentro, como el borracho que no encuentra su botella, el jugador su jugada, los gusanos su carroña. No quieras.

No quieras verlos, mis sueños de lunática estremecida, murmullos que trae la noche, aquellos que escuché al roce de tu mejilla, ese último momento, esa última ocasión. Murmullos que a mis oídos sonaron como un eco turbado; ese mismo que ahora me repite, no quieras verlo. Aquel que en mis entrañas grita, querría siempre que vieras.

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