martes, 10 de diciembre de 2013

Sacrilegio II. Raúl Calvo



La alameda resguarda
el furtivo aroma
del amor de mercado.
Perdida la inocencia
en un vodka sin hielo
se ve el contorno difuso
del sentido desfondado,
y entre cosas casi líquidas
como clépsidras,
la muerte se abre camino
fácilmente.

Pero, la alameda resguarda
el furtivo aroma
del amor de mercado.
Y uno tiene que atarse
a la vida
para no sucumbir
cada día: holocausto
después de holocausto.

Y me abrazo al ser semidesnudo
que me costó 50 pavos,
y miro a esa mujer
que se dispone
a meterse en la boca el desarraigo
del bien, del mal y del espanto,
y no puedo evitar
musitar:
“El cuerpo de Cristo.”
¡Y la carne redime el desengaño!



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